sábado, 2 de noviembre de 2019

AMATISTAS Y GRANATES


Entendía su aversión a las fotos y sabía muy bien de donde venía. Aquella mujer que le había robado lo más importante de su vida, la vida misma en realidad; tenía una abuela de la mítica tribu de los “Pies Negros”. Y los indios pensaban que si alguien te saca una foto en realidad te está robando tu alma, que vagará errante por mil caminos ignotos, contaminada con todo lo que vaya encontrando a su paso, y ya nunca podrá volver a ser tuya.
Pero ella era paciente y, como la araña, sabía muy bien cómo tejer su tela de manera lenta y sutil para llegar a donde quería estar. Aprovechó una fiesta de cumpleaños de uno de los niños y fingiendo fotografiar la tarta, antes de que diez ávidas manos infantiles acabasen con la efímera obra de arte, la retrató también a ella que, hierática y cáustica como siempre, estaba, más que erguida, desmadejada, en un rincón del comedor.
Al llegar a casa la recortó pacientemente y la arregló como ella quería. Solo entonces pasó a imprimirla y con mimo, como si fuese un bebé recién nacido, la colocó encima de su mesa de trabajo, rodeada de flores de papel, incienso y dos grandes cirios negros. De su mesita de noche rescató la cajita de alfileres; rematados todos ellos en artísticas filigranas de colores. No decidió improvisadamente; se detuvo a pensar cuales quería usar. ¿Los de perla, los rematados en un rubí rojo como la sangre, tal vez aquella esmeralda refulgente como la selva amazónica? Sopesó pacientemente las opciones, no era una cuestión baladí.
Y la idea le vino mientras sus ojos vagaban, como almas en pena, por la estancia que era el centro de su casa, el lugar donde creaba y trabajaba a diario: emplearía granates y amatistas, piedras ambas sin luz, sin brillo; algo opaco y sin belleza. Eran exactamente iguales a la mujer a quienes iban destinadas.
Clavó uno a uno los cinco alfileres, sin apresuramiento y casi con la fruición del que goza y paladea un placer escondido y salvaje. El primero en los ojos, para que no pudiese mirarle jamás; el segundo en la boca para que no pudiese volver a volcar en él sus dardos envenenados; el tercero en las manos; no quería que volviese a acariciarle. Reservó el cuarto para el centro de la frente, que sus pensamientos no volviesen a contaminar sus vidas. Y remató la faena clavando el último en el corazón. Solo la muerte eliminaría cualquier vestigio de miedo e inseguridad en su vida.
Al día siguiente se fue de viaje, y cuando volvió, dos semanas más tarde, la mujer causante de sus desgracias yacía en una profunda tumba, en el lado más apartado del cementerio.
Las enseñanzas de su abuela habían surtido su efecto. Ahora, por fin, podría dormir sin pesadillas.


sábado, 28 de septiembre de 2019

PROCESIONES




¿Los muertos escriben poesía?
¿Respiran?
¿Van de copas, acaso, en una macabra
danza nocturna
en donde se arrastran cadenas, se
levantan losas y
esqueletos inmundos con
carne putrefacta pegada a sus
huesos salen de sus tumbas?

Me pregunto sí también
allí los cadáveres se
mueren de celos, si
envidian lo que no tienen
o si, mirando a la luna
lloran sus miedos
y gimen sus duelos.

¿Se retuercen los muertos
de pena y delirios?
Quiero pensar que han pagado
al diablo sus faltas y ahora
yacen tranquilos, sin formar
parte de procesiones errabundas
colmadas de cruces y cirios.

Entonces, tal vez, yo también
quiera, cual pestilente cadáver,
envolverme en mi blanco
sudario, colocarme una toca
y arrastrar cadenas pesadas
para escapar a una vida que huele
a miedo y desesperanza.

martes, 17 de septiembre de 2019

LIBERTAD

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Me aferro, como un águila,
a mi libertad, al
ansia salvaje de correr
en contra del viento,
de echarle un pulso
al equilibrio y la paz.

Huyo de la calma,
no quiero que nadie
sea el guardián
de mi soledad.

Acecho cada día
al viento del norte
para que me lleve
consigo y pueda,
por fin, explorar
la inmensidad.

Y aquí, sumergida
entre sollozos y libros,
siento en mis fauces
la sangre, devoro
tus entrañas escondida
en estas líneas y te juro,
amor mío, que te acecharé
cada noche para
que nunca más puedas
cerrar los ojos sin mirar
antes atrás.

viernes, 6 de septiembre de 2019

LLANTO




Y entonces, de repente,
me paré.
Detuve mis pies pequeños
en el camino pedregoso,
me senté sobre una piedra,
observé con atención
mis cicatrices y pude,
por fin, llorar.

Y lloré; lloré
por mis lágrimas
no derramadas,
por los reproches sufridos,
por la culpa desgarradora
que nunca debiera haber
sido.

Lloré por las alas
cortadas,
lloré por las palabras
no dichas,
por la tinta verde
no usada, por
la vida no vivida, por el
si complaciente,
por el látigo roto,
por las manos
desnudas y el dolor
ardiente, por los
ojos sin brillo, las
noches en vela
y las espadas de acero;
por la hiel que no cesa,
por la madre primigenia
de todos los pecadores,
por la loba abatida,
los cachorros hambrientos,
por el rayo que hiere y por
todo lo que no he sido.

viernes, 19 de abril de 2019

MUERTE

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He dormido envuelta
en sábanas de sangre,
me ha arropado
un sudario hecho
de jirones de mi carne
putrefacta.

Y mi alimento ha sido
un guiso aderezado
con pústulas y lágrimas.

No sé si se vuelve
de la muerte,
no sé cuando se acaban
los dolores, solo me queda
avanzar hacia delante
y dejar que el lobo negro
del horror me pise los talones,
hasta que tu, Sombra Negra,
me abandones.






lunes, 15 de abril de 2019

SOMBRAS



Siempre me han dado miedo las sombras, desde que era una niña. Porque no hay nada claro en ellas. Provienen de la oscuridad; son una especie de horrible engendro que media entre la negrura total y absoluta y la luz. 
Y, sobre todo, las sombras son entes mentirosos, que no muestran la realidad, sino lo que otros quieren que veamos; no en vano aparecen en el "Mito de la Caverna" de Platón como la simbología del que toma por realidad lo que no lo es.
Me gusta la claridad, la luz, la verdad, y en la misma manera odio la oscuridad y la mentira. No quiero vivir con el miedo acechando tras los cristales de mi ventana, con susurros que entran por mis oídos y me envenenan la sangre y me dejan la piel ardiente y marcada con los mordiscos del lobo negro que encarna el miedo y la amenaza. 
Y por eso hoy inicio el camino definitivo para alejar de mi casa y de mi vida la mirada acechante de las sombras. No quiero lechuzas que me miren fijamente, que se aposenten en mi hombro y espíen lo que escribo cada mañana, ni que me persigan cuando paseo o se acomoden en lo hondo de mi pecho para quitarme la respiración y dejarme sin fuerzas, como una muñeca rota y desmadejada. 
Quiero gaviotas, palomas, alondras y colibríes. Quiero mariposas de amor que se enrosquen en mi ombligo, quiero pájaros que canten de mañana en mi ventana y alejen de mí el frío. 
Quiero hacer una Cruzada contra las Sombras, y afilaré bien mi espada, elegiré escuderos que me ayuden a caminar, de manera lenta y firme, por el sendero del olvido, para dejar atrás el pasado y construir en verdes y frondosas laderas el castillo que albergue mi destino. 

AMATISTAS Y GRANATES

Entendía su aversión a las fotos y sabía muy bien de donde venía. Aquella mujer que le había robado lo más importante de su vida, la vid...