viernes, 6 de septiembre de 2019
LLANTO
Y entonces, de repente,
me paré.
Detuve mis pies pequeños
en el camino pedregoso,
me senté sobre una piedra,
observé con atención
mis cicatrices y pude,
por fin, llorar.
Y lloré; lloré
por mis lágrimas
no derramadas,
por los reproches sufridos,
por la culpa desgarradora
que nunca debiera haber
sido.
Lloré por las alas
cortadas,
lloré por las palabras
no dichas,
por la tinta verde
no usada, por
la vida no vivida, por el
si complaciente,
por el látigo roto,
por las manos
desnudas y el dolor
ardiente, por los
ojos sin brillo, las
noches en vela
y las espadas de acero;
por la hiel que no cesa,
por la madre primigenia
de todos los pecadores,
por la loba abatida,
los cachorros hambrientos,
por el rayo que hiere y por
todo lo que no he sido.
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Siempre me han dado miedo las sombras, desde que era una niña. Porque no hay nada claro en ellas. Provienen de la oscuridad; son una ...
De las que llegan al alma. Me encanta.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un placer que te haya gustado
Eliminar¡Que bien sienta ese llanto que viene de repente, te limpia los ojos, y el alma! Un abrazo muy fuerte mi niña
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